La definición de aprendizaje la tenemos todos más o menos clara. No es más que “adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio, el ejercicio o la experiencia”. Empezamos a aprender desde el momento cero de nuestra existencia, aunque nuestra sociedad cada vez nos lo pone más fácil, disponiendo del alcance de dicha sabiduría muchas veces con un solo clic.
Aprender siempre ha ido ligado a la evolución del individuo y a su necesidad de adaptarse
al medio. Intentar reproducir este tipo de experiencias es lo que busca el aprendizaje por
descubrimiento. Dicha teoría de aprendizaje ya aparece en la década de los 60 cuando
Jerome Bruner, psicólogo y pedagogo estadounidense, la expone como una nueva
metodología de estudio, basada en un fundamento inductivo o constructivista, donde el
estudiante empieza por lo particular para ir construyendo lo general.
Lo importante de este tipo de aprendizaje es que el estudiante vaya adquiriendo el conocimiento descubriendo las partes más relevantes, asimilando todo lo nuevo de una manera más estable.
A pesar de que de manera inconsciente nuestros alumnos aprenden por descubrimiento a diario, es importante en muchas ocasiones guiar dicho aprendizaje, evitando que se pierdan en información irrelevante. Así pues, el aprendizaje por descubrimiento en el aula no será más que un aprendizaje guiado donde el docente vaya conduciendo la asimilación de los conocimientos que el estudiante vaya adquiriendo, con el fin de a partir de sus conocimientos previos y particulares junto a sus ganas de aprender, llegue a unos conocimientos más generales y más profundos en el tema tratado. Es importante aprender, pero más importante es asimilar ese aprendizaje, ganar esos recursos para llegar a ese objetivo final. Actividades como proyectos, talleres, excursiones, rutinas de debate o reflexión, visitas al laboratorio… ayudan al desarrollo de este tipo de aprendizaje en el aula, fomentando en el alumnado el desarrollo de todas las capacidades, y lo más importante, se evita la memorización y se fomentan métodos más cooperativos e integrales.
Captar la atención de los estudiantes de secundaria no siempre es fácil, pero el aprendizaje por descubrimiento ayuda a ello. Hacer partícipe al estudiante en este proceso de llegar a esos contenidos generales hace que aprendan de manera inconsciente y con mayor implicación y disfrute. Al final no es más que basar el aprendizaje en sus intereses y motivaciones. Bastará con empezar con unas preguntas abiertas y dejar que sus ganas de aprender vuelen. ¡Nunca dejarás de sorprenderte con las buenas ideas que van saliendo en el desarrollo de dicho aprendizaje!
Son numerosas las ventajas de dicho aprendizaje, el cual nace tras la mezcla de una cierta experiencia y de la búsqueda de nuevos conocimientos. Claramente potencia que las capacidades de cada alumno se desarrollen, que se incremente la creatividad y se trabaja el tan famoso aprender a aprender. Ayuda a desarrollar la reflexión, fomenta la búsqueda de resolución de problemas tan importante para el día a día o para su futuro fuera de la educación reglada e incluso afianza la autoestima en ellos mismos.
Está claro que todo aquello que el alumno adquiere por su propio desarrollo y esfuerzo
queda de una manera más fuerte en ellos que aquello que deben aprender porque sí. El
aprendizaje por descubrimiento por tanto es un gran aliado para trabajar en el aula que,
mezclado con otras metodologías, ayudará a desarrollar una educación más actualizada al mundo en el que vivimos.