Que la educación está cambiando es un hecho indiscutible.
Cada día son más los docentes que se aventuran y arriesgan con nuevos modelos educativos buscando como única finalidad que el alumno sea el protagonista de su propio aprendizaje y que este sea un aprendizaje activo y eficaz.
Es por esto que el aprendizaje cooperativo y colaborativo en la educación supone una ruptura con la clase tradicional y un punto de inflexión en cuanto a metodologías activas se refiere.
La colaboración centra el trabajo en el valor del proceso, mientras que la cooperación fija su centro en el producto o la meta de dicho trabajo.
El aprendizaje cooperativo no deja de ser un tipo concreto de aprendizaje colaborativo que busca asegurar, entre otras cosas, que los alumnos estén preparados para los retos del futuro. Aunque ambos puedan resultar distintos a priori lo cierto es que ambos se complementan.
No cabe duda de que tanto el aprendizaje cooperativo como el aprendizaje colaborativo se desarrollan dependiendo de diferentes edades y etapas. Así pues el cooperativo suele enfocarse más hacia Primaria y Secundaria mientras que el colaborativo suele encajar más con la Educación Superior.
En el aprendizaje cooperativo, los alumnos trabajan en grupos pequeños, preferiblemente heterogéneos y mixtos, actividades perfectamente estructuradas cuyo objetivo no es otro que profundizar en su propio aprendizaje.
Decantarse por uno u otro en el aula depende del profesor exclusivamente. El aprendizaje colaborativo implica que profesor y alumnos trabajan conjuntamente sin que estos dependan directamente de la figura docente y experimentando un aprendizaje entre iguales. En cambio, el aprendizaje cooperativo implica que el docente es el encargado de proponer, distribuir y controlar el trabajo y las tareas del grupo. De ahí que cada uno de ellos sea más propicio para un nivel educativo u otro.
De lo que no hay duda es de que los estudiantes son individualmente responsables de su trabajo y solo conseguirán sus objetivos si los demás consiguen alcanzar los suyos. Es decir, que hay unas normas básicas de cooperación que todo integrante del grupo deberá cumplir para que el fin común llegue a buen puerto.
Algunas de ellas son tan básicas como ponerse de acuerdo sobre lo que hay que hacer, repartir roles y decidir qué va a hacer cada integrante.
Otro aspecto que no se puede pasar por alto es la realización de los trabajos y pruebas individuales, así como el debate entre los propios miembros del grupo sobre el trabajo desempeñado por cada uno de ellos y que debe ir en consonancia con los criterios aportados por el profesor
Y por último valorar e incluso evaluar los resultados del grupo
Es por esto que a través de estos modelos educativos tan en alza en la educación actual se consigue potenciar las relaciones interpersonales que existen en cualquier grupo, favorecer la socialización y la integración e incrementar el rendimiento académico ya que este tipo de aprendizajes, tanto el cooperativo como el colaborativo favorecen la implicación de los alumnos mejorando sustancialmente su aprendizaje.
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